CRISTOLOGÍA     

                             
                              

 

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LAS RAÍCES DE JESÚS (y 2)

 

 

 

¿Qué hay detrás de un nombre?

 

Jesús (Josué/Yehoshua) significa "Yahvé ayuda" o "Yahvé ayude". Ese es su nombre, y eso es Jesús. Su nombre es ya toda una "cristología". En Jesús se nos muestra Dios como "ayuda": ¿hace falta más cristología?

 

Jesús era un nombre muy común en su época. Josefo menciona en sus escritos unos veinte hombres llamados Josué o Jesús, y al menos 10 de ellos pertenecen a la época de Jesús de Nazaret. Tuvo un nombre muy común... También ahí podemos encontrar una lección.

 

Miremos también a los nombres de sus familiares más próximos. Llevan, como él mismo, nombres que recuerdan a los patriarcas, el éxodo de Egipto y la entrada en la tierra prometida, y este hecho no es probablemente casual. Su padre se llamaba José, nombre de uno de los doce hijos de Jacob. Su madre era María (Miryam), nombre de la hermana de Moisés. Sus cuatro hermanos se llamaban Santiago (= Jacob), José, Simón (= Simeón) y Judas (= Judá). Todos estos nombres son reveladores de la atmósfera que respiraba Jesús entre los suyos.

 

Su familia participaba en el despertar de la identidad nacional y religiosa judía, una identidad que se definía mirando al pasado de los patriarcas, idealizándolo. Más tarde, Jesús adulto elegirá doce hombres que serán la representación simbólica de los doce patriarcas de las doce tribus y, por tanto, de la restauración de todo Israel en la que sueña Jesús.

 

 

¿Pero Jesús tuvo hermanos?

 

La sola pregunta puede parecer a más de uno demasiado provocadora. ¿De dónde se saca que Jesús tuviese hermanos? No es una invención moderna: lo dicen muchos textos del Nuevo Testamento y el mismo Flavio Josefo; el Evangelio de Marcos nos da incluso sus nombres.

 

¿Será que eran "primos hermanos"? ¿O tal vez eran solamente "hermanastros" (hijos de un matrimonio anterior de José)? Y si eran hijos de María, ¿dónde queda su virginidad? He ahí las cuestiones que habrá que abordar. Y si llegáramos a la conclusión de que lo más probable es que Jesús tuviese hermanos, hijos de su mismo padre y padre, ello no quitaría nada a nuestro hermano Jesús, ni a nuestra hermana y madre María (ni al buen José).

 

Afirma Theissen: "La amplitud de la tradición es impresionante: aparecen hermanos carnales del Señor, dentro del cristianismo, en diversas franjas de tradición y contextos literarios, y una vez fuera del cristianismo". He aquí los textos:

 

1) Flavio Josefo: cuenta cómo lapidaron a Santiago "hermano del Señor, llamado Cristo".

 

2) Pablo en 1 Cor 9,5: "¿No tenemos derecho a que nos acompañe una mujer cristiana lo mismo que los demás apóstoles, los hermanos del Señor y el mismo Pedro?". Y en Gal 1,19: "No vi a ningún otro apóstol, fuera de Santiago, el hermano del Señor".

 

3) Mc 3,31ss: "Llegaron su madre y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar" (no puede haber sido invención cristiana que su familia le busque pensando que estaba loco... Además, está en coherencia con la relación crítica que los evangelios atribuyen a Jesús respecto de su familia y del sistema familiar patriarcal).

 

Mc 6,3 (= Mt 13,55-56) menciona a cuatro hermanos: "¿No es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿No están sus hermanas aquí entre nosotros?" (cuatro hermanos y más de una hermanas).

 

4) Jn 2,12: "Después, Jesús bajó a Cafarnaún, acompañado de su madre, sus hermanos y sus discípulos, y se quedaron allí unos cuantos días".

 

En 7,3 (“sus hermanos le dijeron"), 7,5 (“Sus hermanos hablaban así, porque ni siquiera ellos creían en él”), y en 7,10 (“cuando sus hermanos se habían marchado ya a la fiesta, fue también Jesús”).

 

5) Hch 1,14: "Todos perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con María la madre de Jesús y con los hermanos de éste".

 

La frecuencia y unanimidad de testimonios es, pues, impresionante. Pero ¿se trata de hermanos de verdad o solamente de "primos hermanos"? Los exegetas son hoy bastante unánimes: no se trata de primos de Jesús; ésta es la interpretación tardía de Jerónimo (siglo IV, después de que el Concilio de Nicea proclamase el dogma de la virginidad de María). Luego se generalizó esta tesis de Jerónimo.

 

Pero resulta que en griego (la lengua del Nuevo Testamento) existía una palabra para decir "hermano" (adelphós) y otra para decir "primo" (anépsios) (cf. Col 4,10).

 

Por eso escribe Meier: "En el Nuevo Testamento no existe ni un solo caso donde, indiscutiblemente, 'hermano' signifique 'primo', ni siquiera 'hermanastro', mientras que hay abundantes ejemplos donde tiene el sentido de hermano consanguíneo".

 

En arameo sí que un mismo término podía significar hermano y primo, pero no en griego, y los autores del Nuevo Testamento conocían bien el griego. Y en conclusión: "Si, prescindiendo de la fe y de la doctrina posterior de la Iglesia, pedimos al historiador o exegeta un juicio sobre el Nuevo Testamento y los textos patrísticos que hemos examinado, vistos simplemente como fuentes históricas, la opinión más probable es que los hermanos y hermanas de Jesús lo eran verdaderamente".

 

Y también: "La opinión más plausible desde un punto de vista puramente filológico e histórico es que los hermanos y hermanas de Jesús eran realmente tales. Al menos algunos escritores de la Iglesia mantuvieron viva esta interpretación de los textos del Nuevo Testamento hasta finales del siglo IV".

 

Esta conclusión queda confirmada por el hecho de que, tras la pascua, sus hermanos se adhiriesen al movimiento de Jesús, y por el hecho de que Santiago (que no era de los "Doce") ocupase un puesto de privilegio en la iglesia primitiva y presidiese la comunidad de Jerusalén, incluso por encima de Pedro, y fuese objeto de una persecución judía y víctima de linchamiento por su posición destacada, y que él y Judas fuesen considerados como autores fingidos de unas cartas cristiano-primitivas.

 

(Recuérdese que hay tres "Santiagos": dos pertenecen al grupo de los "Doce" y el tercero es el "hermano del Señor", y fue éste el jefe de la Iglesia de Jerusalén).

 

¿Perdería algo Jesús si hubiese tenido hermanos? En absoluto. Ganaría en consanguinidad con nosotros. ¿Y la virginidad de María? La verdadera virginidad, la virginidad esencial, no es cuestión de tener relaciones sexuales o no tenerlas, sino de poseer un corazón entero, un corazón sincero, un corazón libre y servicial, un corazón humilde y cortés. ¿Sería más meritoria y grande María si no hubiese tenido relaciones sexuales con su marido? Afirmarlo me parecería una barbaridad.

 

 

¿Madre virgen?

 

He aquí un punto sumamente sensible de la fe y de la discusión teológica. Muchos cristianos han dejado de "creer" en la concepción y el nacimiento "virginal" de Jesús y, por ello, en la virginidad fisiológica de María. A otros muchos cristianos les escandaliza tal postura y siguen sosteniendo que la concepción de Jesús sin intervención de varón forma parte constitutiva de la fe cristiana. La enseñanza oficial de la Iglesia da la razón a los segundos; la exégesis y la teología se inclinan cada vez más hacia la primera posición.

 

Se pueden distinguir tres posturas:

 

1) La fe tradicional, apoyada en una lectura literal de los evangelios de la infancia de Mateo y de Lucas: Jesús fue concebido "milagrosamente" por María sin concurso de varón alguno. María fue físicamente virgen durante toda su vida, e incluso dio a luz a Jesús de manera milagrosa, sin que el himen se rasgara.

 

2) La fe tradicional a pesar de la exégesis histórico-crítica moderna: reconoce que la exégesis actual deja en el aire la concepción virginal de Jesús o incluso se inclina a negarla, pero piensa que el cristiano ha de seguir sosteniendo la fe en la concepción de Jesús sin varón, no ya por argumentos exegéticos, sino porque la Iglesia así lo ha creído durante muchos siglos, porque lo afirma el dogma y porque lo sigue manteniendo la enseñanza oficial de la Iglesia actual.

 

3) La lectura crítica de los evangelios de la infancia y la reinterpretación de la fe en el dogma de la concepción virginal de Jesús y de la virginidad de María: el relato de la anunciación y del nacimiento de Jesús no nos quieren transmitir noticias de tipo histórico o biológico, sino un mensaje de fe y de esperanza, y la fe y la esperanza no dependen del modo físico en que Jesús haya sido concebido y dado a luz.

 

Pienso sinceramente que esta tercera es la postura más coherente con la exégesis crítica, con la antropología teológica (valoración positiva de la sexualidad), con la imagen de Dios (que no interviene puntualmente en el mundo rompiendo a capricho el curso de la naturaleza). Voy a exponer a continuación algunos datos que, a mi modo de ver, nos invitan a reinterpretar (no a negar) la fe en la concepción virginal de Jesús, así como en la maternidad "virginal" de María.

 

En cuanto a los datos exegéticos, sigo básicamente a Meier. Es importante, en primer lugar, tener en cuenta que, estrictamente hablando, sólo se habla de la concepción virginal en dos versículos a lo largo de todo el NT:

Mt 1,18 ("Su madre María estaba prometida a José y, antes de vivir juntos, resultó que había concebido por la acción del Espíritu Santo")

y Lc 1,35 ("¿Cómo será esto, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?". "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra").

 

Y vale también aquí lo dicho a propósito de Belén: Mt y Lc son independientes y, por lo tanto, recogen una tradición anterior. La "concepción virginal" de Jesús no es una "leyenda tardía" creada a finales del siglo I.

 

Pero hay que afirmar claramente: no es la tradición más antigua. Tampoco es una tradición unánime, ni mucho menos: ni Mc, ni Pablo, ni Juan conocen esa tradición. Estos últimos dan por supuesto que Jesús era hijo de María y de José. Las comunidades desde las que escriben Marcos y Juan, así como las comunidades a las que escribe Pablo, no "creen" en la concepción virginal física de Jesús.

 

Algunos aducen, no obstante, dos textos de Mc y Jn que, según ellos, confirmarían que Jesús no nació de José: Mc 6,3 y Jn 8,41.

 

Según Meier, Mc 6,3 ("No es éste el carpintero, el hijo de María?") no quiere decir en modo alguno que la gente considere irregular el origen de Jesús (hijo ilegítimo, de padre desconocido), sino que quiere decir: "Si te conocemos de toda la vida. Si eras el carpintero del pueblo. Si conocemos bien a tu madre y a tus hermanos y hermanas, que todavía viven aquí, y que hoy están con nosotros en esta sinagoga. ¿Cómo te atreves a dártelas de especial? ¡Tú no vales más que nosotros!". Puede ser que signifique que José había muerto ya (en Lc 7,12 se habla de "el hijo de la viuda de Naín").

 

En cuanto a Jn 8,41 ("Nosotros no somos hijos ilegítimos", dice Meier: "Ver en los versículos 39-41 una soterrada referencia a la ilegitimidad física de Jesús es, en mi opinión, excesivamente imaginativo". También le llaman "samaritano" (Jn 8,48), aunque por supuesto no lo era.

 

La cosa es seguramente mucho más sencilla. Hay que tener en cuenta que en la antigüedad, también en la Biblia, es muy común atribuir un nacimiento extraordinario a los personajes importantes. Así tenemos en la Biblia que Isaac, Sansón, Samuel, Juan Bautista... son presentados como hijos de madre estéril. Filón de Alejandría, contemporáneo de Jesús, habla de "nacimiento virginal" de algunos personajes bíblicos.

 

Y también fuera de la Biblia el motivo es muy conocido: según la leyenda, son hijos de madre virgen algunos grandes personajes de la historia de las religiones (Buda, Krishna, el descendiente de Zoroastro...), algunos personajes de la mitología greco-romana (Perseo, Rómulo...), algunos reyes de Egipto, Grecia y Roma (los faraones, Alejandro Magno, Augusto...), algunos filósofos y pensadores religiosos (Platón, Apolonio de Tiana...).

 

Hasta aquí los datos que ofrecen los exegetas. La exégesis histórico-crítica pone, pues, muy en tela de juicio la historicidad de la tradición de que Jesús sea hijo de madre virgen. A pesar de todo, ¿la fe literal en la concepción virginal biológica de Jesús sería un elemento irrenunciable de la fe cristiana, por el mero hecho de que la Iglesia (mayoritariamente) lo ha creído así durante muchos siglos? No me parece coherente. Hemos visto, por otro lado, que en los orígenes del cristianismo hubo iglesias (la mayoría) que no pensaban en absoluto en la concepción virginal física de Jesús.

 

Pero es que además, y con toda probabilidad, ni siquiera a Mateo y a Lucas les interesaba propiamente afirmar la concepción virginal en su versión física. Los evangelios utilizan muy a menudo géneros literarios, lenguajes figurados, que sería absurdo entender a la letra. Es muy posible que el motivo de la concepción de Jesús sin intervención de varón forme parte de ese lenguaje simbólico, al igual que el nacimiento en Belén, o la anunciación por el ángel, o la historia de los magos, o la aparición de los ángeles a los pastores...

 

En cualquier caso, pienso con muchos creyentes y con muchos teólogos, que, al igual que no es objeto de fe el lugar geográfico en que nació Jesús (si Belén o Nazaret), tampoco es objeto propio de la confesión de fe la forma concreta en que fue concebido (si con semen masculino o sin él...) o la forma en que nació Jesús (si como todos los niños o, como dirá luego el dogma, de manera "milagrosa", "como un rayo de luz, sin romper ni rasgar"...). Al evangelio (y, por lo tanto, al dogma) no le interesa informarnos sobre aspectos biológicos o ginecológicos, sino decirnos quién es Jesús, qué es para nosotros.

 

¿Qué quiere decir, pues, el relato del evangelio? Quiere decirnos que Jesús no es cualquiera, que viene de Dios, que es para la humanidad un regalo extraordinario de Dios, que Dios mismo se nos regala en él, que Dios nos hace a todos plenamente hijos e hijas.

 

Quiere decirnos también que Dios se nos da en Jesús gracias a la fe probada y profunda de María, gracias a su grandeza no reconocida de mujer, gracias a la pobreza y a la humildad que creen en la propia dignidad, gracias a la disponibilidad incondicional en el día a día, gracias también a la libertad y a la autonomía de que esta mujer fue capaz (en una cultura en la que la mujer casada estaba absolutamente subordinada al marido, la opción por la "virginidad" de muchas mujeres ha tenido siempre un componente de reafirmación de la propia autonomía respecto del varón; la "virginidad" de María es, pues, entre otras cosas, una manera simbólica de afirmar la dignidad y la autonomía de María, a pesar de que estaba casada con José).

 

Creo que por ahí va el mensaje del evangelio de la concepción virginal de Jesús. No se trata de realidades físicas, sino de la presencia cercana y liberadora de Dios en nuestra carne y sangre, en la trama de nuestras relaciones, en la historia de nuestra finitud y de nuestros sueños.

 

¿Es incompatible con la fe cristiana el pensar que Jesús nació de padre y madre? No lo puedo creer. ¿Es incompatible la paternidad de Dios con la paternidad de José? Creo que sería una barbaridad afirmarlo (hasta el mismo Ratzinger lo negó en su tiempo de profesor de teología).

 

Por supuesto, quien no tenga dificultad en seguir imaginando que así fue, no hay ningún problema, pero creo que no se debiera exigir hoy a todos los cristianos que "crean" que Jesús fue concebido físicamente sin intervención de varón. En fin, así veo las cosas. Y con ello, a mi modo de ver, nada se pierde del mensaje esperanzador y liberador del evangelio.

 

De todos aquellos que reciben y acogen a "la Palabra que es la luz, que está en el mundo y que viene a los suyos" (¡ojalá nos contemos entre ellos), dice el evangelio de San Juan:

"Estos son los que no nacen por vía de generación humana, ni porque el hombre lo desee, sino que nacen de Dios".

 

San Juan no tendría ninguna dificultad en reconocer que todos somos "hijos de Dios y de madre virgen".

 

 

José Arregi

 

Para orar

 

ENCUENTRO CON JESUS

 

Jesús, silenciosamente sales a mi encuentro en el camino de mi vida,

como experiencia de tu gracia interior.

 

Sales a mi encuentro en el prójimo,

al que debo entregarme sin esperar nada a cambio;

en la fidelidad a la conciencia,

a la que debo seguir sin percibir ganancia alguna;

en el amor y en la alegría,

que no son más que promesa

y me cuestionan si merece la pena creer en el amor y alegría eternos;

en la oscura agua de la muerte,

que lentamente asciende desde el pozo de mi corazón;

en las tinieblas de la muerte,

que se muere a lo largo de la vida;

en la monotonía de los pesados servicios de la agitación diaria;

sales a mi encuentro por doquier,

Tú, el Intimo, el Innominado o el Llamado por tu nombre.

 

En todo busco a Dios para huir de la nada asesina

y no puedo abandonar el ser humano que soy, al que amo.

Pues todo te confiesa a ti Dios-Hombre.

Todas las cosas claman hacia ti,

en quien como hombre ya se tiene a Dios

sin tener que abandonar al hombre

y en quien como Dios ya se puede encontrar al hombre

sin temor a encontrar solamente lo absurdo.

 

Yo te invoco. La fuerza última de mi corazón pugna hacia ti.

Déjame hallarte, encontrarte en toda mi vida.

Poniendo mi mano sobre tus llagas

te digo juntamente con el incrédulo y buscador Tomás:

"Señor mío y Dios mío". Amén.

 

K. Rahner 

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